Gerardo Dorantes narra la historia de dos corredores rarámuris obligados a llevar cocaína en “Correr para vivir”
Mezcla de película deportiva, drama familiar, thriller y denuncia social, Correr para vivir, exhibe la sensible condición de varios indígenas de la Sierra Tarahumara que actualmente se encuentran bajo el acoso del crimen organizado.
Esto, a través de la historia de dos hermanos (interpretados por Vladimir Rivera y Manuel Cruz) corredores rarámuris que son obligados a transportar cocaína usando como herramienta sus prodigiosos pies. Una imagen contrastante con las inspiradoras historias de rarámuris que conquistan los maratones más importantes del mundo.
“Sí, está toda esta parte muy celebratoria de que corren y ganan competencias, pero detrás hay un lado oculto. Varios de ellos viven bajo condiciones muy duras y son víctimas de amenazas, sometimiento y esclavitud laboral. Pero todo eso es una realidad que no aparece hasta que te la investigas y comienzas a escuchar anécdotas de la gente.
“Me parece una gran paradoja del mundo en que vivimos, cómo las grandes virtudes que tienen las culturas maravillosas del país, queepresentan lo mejor que tenemos en México, pueden ser empujadas a caer a lo más oscuro”, comenta el director Gerardo Dorantes en entrevista con El Sol de México.
Parecida en algún punto a la parábola de Caín y Abel, esta película pone en competencia a ambos hermanos, de los cuales, uno ha sido bendecido con el don de los pies ligeros, mientras el otro, es dueño de una gran voluntad.
De esta relación y choque entre el talento y la convicción, el espectador podrá ser testigo de los deseos, virtudes y defectos de estos miembros de la comunidad rarámuri, a los que Dorantes retrató con el mayor respeto a su cultura, pero también de sus individualidades.
“Hay que dejar de ver a los miembros de las comunidades indígenas como objetos de estudio o como piezas de museo. Ellos no son esos hombres totalmente espirituales, que están todo el tiempo metidos en sus ropajes originarios y en grandes ceremonias”, afirma Dorantes, quien ve en su película también una crítica a la explotación de las culturas indígenas como mercancías.
“Tenemos que reconocer que son seres que también tienen hambre, frío y sed, que viven en un contexto de mucha austeridad, por ser relegados por la sociedad occidental; pero igual que nosotros tienen habilidades, vicios, ambiciones y sueños, rodeados y expuestos a la globalidad”, agrega el cineasta, quien para la filmación contó con la asesoría de la antropóloga Ana Paula Pintado.
VISIÓN NATURALISTA
Con encuadres y composiciones de gran belleza, la fotografía corrió a cargo del cineasta Emiliano Villanueva. Ésta destaca tanto en sus tomas fijas de paisajes como en secuencias de movimiento que entran en buen diálogo con las carreras de sus protagonistas entre montañas y árboles.
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“Fue un reto retratar la Sierra Tarahumara en toda su monumentalidad y aspereza, que los mismos rarámuris utilizan como su hogar y como defensa del mundo exterior. En definitiva, la sierra es un personaje en sí mismo, sin ella no habría historia. Es por eso que decidimos hacer una fotografía lo más naturalista posible, con mucha luz natural y sin tenerle miedo a las sombras”, describe el realizador.
También llama la atención la banda sonora de la película, la cual, explica Dorantes, se realizó en respuesta a la misma naturaleza “sui géneris” de la película. A cargo de Emiliano Motta, mezcla distintos géneros: desde la música para concierto, hasta música contemporánea, rock, electrónica y música tradicional rarámuri. Correr para vivir se exhibe en salas de cine.