El especialista Roberto Cruz Arzabal explica la importancia de la obra de la escritora recientemente reconocida con el Premio Pulitzer en Estados Unidos
Si bien el reciente Premio Pulitzer otorgado a la escritora mexicana Cristina Rivera Garza en la categoría de Memorias o Autobiografía, es un reconocimiento específico al valor literario y testimonial de su novela “El invencible verano de Liliana”, en el que narra el caso de feminicidio de su hermana cometido en 1990, es a su vez el resultado de una incesante propuesta teórica, crítica y de estética literaria.
Así lo considera el investigador Roberto Cruz Arzabal, especialista en literatura mexicana e hispanoamericana del Instituto de Investigaciones Literarias de la Universidad Veracruzana, quien conversa con El Sol de México, sobre algunos puntos a considerar para comprender la obra de Rivera Garza, así como del significado de este galardón estadounidense para la actualidad de las letras mexicanas, ya que se trata de la primera escritora de nuestro país en ganarlo en una categoría literaria.
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“‘El invencible verano de Liliana’ es una obra central de su última producción, en la que Cristina intenta desplegar todo el desarrollo de sus ideas y su práctica literaria como búsqueda de justicia para Liliana Rivera Garza. El que haya sido reconocida en el género de memoria implica que hay una valoración de escritura de no ficción, lo cual implica tanto su estilo literario como su enfoque crítico en el que ha trabajado por bastante tiempo”, apunta el académico como primeras impresiones del premio a la escritora.
Ecrituras geológicas
Con esta idea de fondo, Arzabal señala que una de las características importantes de “El invencible verano de Liliana”, también relevante en su obra en general, es “la relación de Cristina con los archivos”, pues es a través de la revisión de los diarios de su hermana y los documentos de su caso, algunos incluidos en el texto final, es que “nos muestra a una Liliana mucho más cercana, que quizá la ficción mostraría de distinta manera”.
Esto responde a una forma de escritura que la misma autora acuñó como ‘escrituras geológicas’ e hizo pública desde 2013, con la publicación de su libro de ensayos “Los muertos indóciles. Necro escrituras y desapropiación”, misma que responde a la formación de Rivera Garza como historiadora.
“Es un proyecto intelectual que tiene que ver con los usos de los documentos como una manera de relacionarnos con las otras personas y con la memoria, especialmente con la de quienes han sido víctimas de distintos tipos de violencias, como son las de género, que es el caso de Liliana, pero también de otros tipos, como el despojo, la colonización, la discriminación y otros más. Pero no se trata sólo de la recreación de pasado, sino, de su utilización al servicio de las voces que nos legaron las personas que estuvieron antes que nosotros”, afirma el investigador.
Dimensión activista
En relación con esta idea, Arzabal menciona que Cristina Rivera Garza ve los archivos “como creaciones colectivas”, lo cual ha marcado su literatura con una “dimensión politizada”, sin que haya sido nunca militante, en la búsqueda de justicia “de las colectividades humanas y no humanas”, misma que se presenta con mayor fuerza en ‘El invencible verano de Liliana’.
“Creo que en esta última novela (Rivera Garza) sí se acerca un poco más a una dimensión activista, al tratar de poner a la literatura en un lugar que le permita reflexionar el campo de acción de la justicia y no sólo representar las injusticias del mundo, algo que es muy valioso”, opina el experto, quien además asegura que Cristina Rivera Garza se ha expresado tanto como figura pública, como en sus letras, tomado partido, a favor de las diversas causas feministas.
“Desde el principio de su obra, ella ha tenido el compromiso con la reivindicación de la memoria de personas olvidadas por la historia, principalmente de las mujeres. Basta recordar a cualquiera de su personajes para identificar esta pulsión, que en este último libro adquiere el halo de la exigencia de justicia, mediante la construcción de un pensamiento feminista situado, que la llevó a buscar el expediente de su hermana en los archivos de los ministerios públicos mexicanos, el cual vinculó con muchos colectivos feministas que aparecen mencionados en la publicación”, agrega.
Las escrituras del yo
El investigador aclara que el término de “autoficción” no ha sido utilizado, ni por Cristina Rivera Garza ni por la crítica especializada, para caracterizar su obra, sin embargo reconoce que se trata de una obra atravesada por reflexiones personales y algunos juegos entre la realidad y el universo de la ficción, mismos que han estado presentes en novelas icónicas como “La muerte me da”, de 2007, y con mayor fuerza en sus libros dedicados a las “escrituras geológicas” de Juan Rulfo, José Revueltas y su propia hermana.
“Su yo no es un yo que busque despistar al lector con los procedimientos de la autoficción, sino para hacerse responsable de sus propias búsquedas y propuestas teóricas y que al mismo tiempo siente la libertad de imaginar o especular sobre las personas de cuyos documentos ella misma está leyendo. Creo que esa responsabilidad es algo importante, que la distingue de lo que comúnmente se entiende como autoficción y que la sitúa mucho más acerca del género de la memoria, muy practicado en la lengua anglosajona, tanto que hay un Pulitzer dedicado a este tipo de escrituras”, asegura.
Puente entre tradiciones
Del hecho de que Cristina Rivera Garza haya ganado un premio tan importante para la cultura estadounidense, Arzabal afirma que es motivo de celebración, pues “habla de que la literatura mexicana no sólo sucede en el territorio mexicano, sino en otros, como Estados Unidos”, pues se trata de una escritora que vive en el país vecino desde 1989, donde se ha desempeñado como docente, primero en la Universidad Estatal de San Diego y luego como fundadora y profesora del doctorado en Escritura Creativa en Español, en la Universidad de Houston.
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“Ella ha sido una lectora muy atenta de la literatura escrita en español y en inglés. Eso le ha permitido funcionar como un puente entre varias de las tradiciones que actualmente coexisten entre ambos países.
“Y es que son varias las tradiciones que se dan cita en su obra y en su trabajo como agente cultural, como fundadora de programas de estudio, y como pensadora pública”, finaliza Arzabal, quien apunta que Cristina Rivera Garza, forma parte de una constelación de escritores mexicanos que cada vez adquieren mayor presencia en ambos lados de la frontera norte de nuestro país, como son Valeria Luiselli, Yuri Herrera o Santiago Vaquera.